Tenía la fortuna de no saber que se sentía perder a alguien que amaba, hasta hace poco. Al rededor de un año mi papá tuvo que dormir a un perrito que teníamos llamado negro, desde que yo estaba en la primaria llegó a nuestras vidas. Solía ser el perro de un vecino, quién al mudarse se lo vendió a mi papá en veinte pesos, me sigue causando un poco de gracia eso, jaja. En fin, solía escaparse y volver por la noche, tan noble y lindo... Yo soy alérgica a los perros, entre otras cosas, pero el era especial, incluso llegué a abrazarlo y la picazón en la piel y estornudos me daban igual cada vez que el se acercaba a mí y se sentaba al frente mientras me miraba y su pata derecha la ponía en mi pierna mientras yo acariciaba su entrecejo y le sonreía viendo como cerraba sus ojitos y sacaba la lengua. Sentí tristeza cuando lo vi tirado y muriendo poco a poco por el cáncer, así que mi papá decidió dormirlo y me puse triste, pero pasó. O al menos eso creí, desde que murió no subí a dónde el dormía hasta que un día lo hice (suelo subir a ver el cielo) e inconscientemente lo busqué, evidentemente no estaba y solo pude pensar "se fue, y no volverá, no está aquí ahora" y sentí un hueco en estómago y solo me eché a llorar, tal vez un par de horas, nunca había sentido un dolor así, era como si alguien te diera una patada en el abdomen una y otra vez y tú solo sufres pero no puedes hacer nada para que pare.
Ahí entendí que ya había perdido a alguien que amaba, y no me di cuenta realmente de eso hasta dos semanas después. No pensé que dolería tanto.
𝙻𝚒𝚗𝚍𝚊
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